martes, 17 de septiembre de 2013

Hablando un poco sobre la sexualidad.

Este escrito es de un hombre muy especial para mi. Un alma maravillosa que gracias a Dios no se cansa de explorar, lograr, perder, recuperar, y volver a encontrar el sendero de la espiritualidad a través de la sexualidad.

Cambiar nuestras sexualidad para una mejor, mas bonita, mas cercana al cielo, vigorizante por días, con una conexión con la pareja que permanece y ... lo que el lector quiera agregar en esta misma dirección es algo que muchos anhelamos. Queremos dejar atrás la sexualidad depredadora, la de la satisfacción desconectada de la pareja, la que nos encierra en una vida secreta impensable de compartir con el mundo, la de la vida paralela con amantes o sin amantes pero paralela, la sexualidad vivida con vergüenza, y ... que el lector agregue características a la sexualidad que observa que ya no le conviene.

Encontrar esa nueva sexualidad es relativamente fácil, es cuestión de llegar a saber que existe y desearla. Buscar el cambio, si se vive en pareja puede no ser tan fácil como se pudiera pensar pues la pareja pudiera recibir la propuesta de cambio como una crítica que le hiere muy profundo en lo que piensa sí misma. 

Después de haber descubierto que si existe la nueva sexualidad que estamos buscando la vivimos como un juguete nuevo: retomamos la actividad sexual, la risa, la plenitud de corazón de cuando estábamos enamorados, exploramos nuevas sensaciones absolutamente desconocidas por impensables y profundizamos en lo que estamos aprendiendo.

Pasa el tiempo y viene las primeras sorpresas, nos toca reconocer que disfrutamos la nueva sexualidad pero que entre unas y otras regresamos a la anterior, la que nos ofrece aquella sensación de placer de descarga y de sueño profundo al que tanto procuramos acceder para calmarnos, la que lleva nuestros miedos a niveles soportables, la que nos ayuda a recuperar la emoción y convencernos que sí amamos a nuestra pareja, la que al menos nos brinda un éxito en el día eyaculando o un orgasmo que se convierte en nuestra única victoria en días difíciles.

Esta doble vida sexual que se da al comenzar a descubrir la nueva sexualidad me luce natural pues mi experiencia es que las transformaciones profundas son lentas y dos pasos para adelante y uno para atrás y al revés.

Es importante reconocer que después de descubrir una forma mejor de vivir tendemos a regresar a la peor por conocida y no desafiante.

Y es a este desafío de la nueva sexualidad a la que me quiero referir. Cambiar la sexualidad es cambiar la forma de vivir, es cambiar la forma cómo obtenemos la energía de Vida y lo que hacemos con ella. Se trata de un cambio que nos afecta en todos los planos de nuestra existencia. Desde la forma como experimentamos y amamos nuestro cuerpo y quienes somos hasta nuestra concepción del universo, pasando por nuestros sentimientos hacia quienes nos rodean que amamos o rechazamos.

La nueva sexualidad nos propone dejar atrás la sexualidad anterior, los conceptos que ya no se acomodan a nuestra nueva conciencia, el uso utilitario del sexualidad, el amor hacia nuestro propio ser cambia y el aprovechamiento utilitario de quienes nos rodean no tiene mas sustento y sí, todo muy bueno pero nos pone en crisis y llega un momento en que hay optar entre seguir cambiando o regresar a la sexualidad anterior; lo que no podemos hacer es traer escondida la sexualidad anterior a la nueva, para descansar de las exigencias del cambio.


Oscar Andrés Aguilar Pardo

1 comentario:

Nirav dijo...

¡Gracias por este compartir!

Acceder a ese altar de nuestra esencia sexual exige de una reconfiguración interior de magnitudes insospechadas ante tantas viejas creencias y costumbres que de una y otra forma fueron aceptadas sin cuestionamiento alguno. Tanto así necesario como el discernir y explorar con integridad, sin prejuicios, sobre lo que los gurúes de nueva era proclaman como panaceas realizables.

Entrar a la magia liberadora del disfrute de lo desconocido, tanto en lo sexual como en otras facetas fundamentales de nuestras vidas, implica una entrega en todalidad, una robusta confianza interior, un rechazo a asumir cualquier suposición, y un pleno desapego hacia el resultado de lo que se experimenta.

Solo entonces podemos crecer y transformarnos a lo que nos corresponde ser, momento a momento.